miércoles, 6 de enero de 2010

TAYLOR SEGUN BERNANKE


“Cuando la situación ha sido más preocupante, los inversores han respondido comprando el dólar como moneda refugio y acudiendo a los mercados norteamericanos, por su profundidad y liquidez”. Así respondía el Presidente de la Reserva Federal cuando el pasado domingo era preguntado sobre una posible pérdida de confianza de los inversores internacionales en EE.UU. En otra situación esta afirmación de apoyo al dólar, realizada por pasiva, hubiese tenido mayor repercusión en su cotización. Sin embargo apenas ha respondido en esta ocasión.

Seguramente se debe a la recuperación que en el último mes ya acumula el dólar, pero también porque el Presidente ha querido aprovechar la ocasión que le brindaba su discurso ante la convención anual en Atlanta de la Asociación Económica Americana para defender, también por pasiva, a su predecesor al mando de la Reserva Federal cuando afirmó tajante que fue un problema de regulación y no de tipos de interés bajos lo que determinó la aparición de la “burbuja inmobiliaria”. Precisó su declaración apuntando algo que aquí llamaría la atención, y es que en su opinión, tanto el uso de hipotecas a tipo de interés variable, como aquellas que solo exigían el pago de intereses tienen más responsabilidad en la formación de la burbuja que los tipos de interés en niveles bajos. En su criterio, la política monetaria respondió al estallido de la burbuja tecnológica en 2001 de modo razonablemente apropiado. Al menos en relación a la llamada regla de Taylor, así llamada en honor a su creador John Taylor, profesor de la Universidad de Stanford, ex vicesecretario del Tesoro y que adquirió experiencia en los mercados monetarios como analista en su periodo de consultor en la firma neoyorkina Townsend-Greenspan, entonces presidida por Alan Greenspan.

La ecuación de Taylor, es uno de esos pocos equivalentes que se dan en economía a la alquimia con éxito, y aparece referenciada en cualquier análisis sobre tipos de interés. Se trata de una ecuación que determina el tipo de interés de referencia del banco central en función de unos pocos parámetros: el tipo de interés real de equilibrio, que es el compatible con el crecimiento a largo plazo; la tasa de inflación objetivo; la desviación de la inflación respecto al objetivo del banco central; y, por último, la brecha de producción, o desviación porcentual del producto interior bruto del periodo respecto a su senda potencial. Estos dos últimos están corregidos mediante ponderación. Una variante de la regla de Taylor es utilizada según el Presidente de la FED para anticipar tasa de inflación y no los tipos de interés. Si se hubiese seguido tal y como está diseñada, hubiese indicado tipos de interés oficiales en los primeros trimestres de 2008 en niveles del 7-8%, y según el actual Presidente de la FED, tal decisión hubiese tenido muy poco respaldo entre los especialistas en política monetaria.

El caso es que lejos de la autocrítica, el responsable de la política monetaria norteamericana empieza a sentirse lo suficientemente cómodo como para volver sobre los fantasmas que con el paso de las fases más agudas de la crisis, se pretendían enterrar. Su predecesor, es el fantasma más conocido, pero no el único. La inflación de activos, ya sean inmobiliarios, bursátiles, o de materias primas, no parecen despertar en el Presidente de la FED más preocupación ni motivo de actuación desde el lado monetario que lo hicieron con Greenspan. Traducido, los tipos de interés actuarán sobre la inflación de consumo. Eso, a pesar de la advertencia sobre lo poco conveniente de hipotecas a tipo variable, significa que quizá los mercados están descontando alzas en exceso. Si se comprendiese, tendería a moderar la amenaza de un gran entusiasmo por el dólar.

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