martes, 8 de junio de 2010

¡¡¡SORPRENDENOS!!!


Gustaba repetir el presidente del Gobierno, que lo peor de la crisis estaba detrás. Los que nunca compartimos el espejismo, asistíamos atónitos a semejante interpretación, y nos preguntábamos donde veía el presidente esa mejora. Nos poníamos a buscar y eran muy escasos los resultados de la búsqueda. Había que conformarse con algo tan difícil de percibir y sujeto a discusión como la mejora de la productividad. En otros casos, podía encontrarse algo un poco más aparente como la mejora de nuestras exportaciones. Lo primero era consecuencia de una fuerte destrucción de puestos de trabajo que afectaba sobre todo a los más débiles, justo a aquellos en nombre de los cuales el gobierno se negaba a alterar un ápice su política económica. Lo segundo, porque en un esfuerzo titánico, la parte más dinámica de la sociedad española, consciente del oscuro horizonte interior, se volcó con todas sus fuerza en encontrar más allá de nuestras fronteras el mercado que se le cerraba en España. En todo lo demás, nada permitía concebir que algo sólido se estuviera poniendo en marcha. Era el tiempo de las palabras vacías de contenido. Era el tiempo de la economía sostenible, de la reforma fallida de las pensiones, del mejor sistema financiero del mundo, de superar en renta a nuestros vecinos franceses o italianos, o de una reforma laboral que solo se aprobaría por consenso.

Pero el tiempo de las palabras huecas finalizó de modo abrupto. Fue a partir del viernes 7 de mayo. Para el gobierno, fue un terrible despertar. España, percibida muy poco tiempo atrás como el primero de la clase, pasa a ser un país sobre el que se ciernen toda clase de dudas. El gobierno, hasta entonces instalado en un discurso demagógico, se ve obligado a reaccionar. Tan carente de planes estaba, que no encontró otro modo mejor de demostrar su rápida conversión que improvisando un recorte en el sueldo a los funcionarios, y congelando las pensiones. No cabe reprochar a los servidores públicos que acusen al gobierno de utilizarlos como moneda de cambio una vez que toda la estrategia de autoengaño se viene abajo como un castillo de naipes. Menos aún cuando es esta la única pedagogía que se ha hecho con los ciudadanos. Pero una política económica no se improvisa y menos cuando estamos ante una situación de emergencia. Para acceder en caso necesario al mecanismo de estabilización financiera que la Comisión Europea aprobó el 9 de mayo, el gobierno ha de convencer a nuestros socios europeos de que se han adoptado medidas de ajuste fiscal creíbles y precisas. Sobre esto se examina estos días el gobierno español.

Disponer de tal ayuda se ha convertido para el gobierno en la aspiración máxima. Es un grave error. La sociedad española debe exigir a quien gobierna que aspire a sacar a nuestro país de la situación de desconfianza que a corto plazo cierra el acceso a los mercados de financiación para nuestra deuda, poniendo en peligro a nuestro sistema financiero, pero que a largo plazo compromete nuestro futuro. Estamos ante una de las coyunturas más serias a las que se han enfrentado varias generaciones de españoles, que tienen derecho a exigir que no sea el mediocre objetivo de quien gobierna aprobar el examen requerido para ser rescatados. Necesitamos tiempo, que solo se adquiere con medidas valientes de reforma fiscal, laboral y del sistema financiero. No vale lamentarse de los efectos de males ajenos como Hungría, o de otros más serios como la acusación del Primer Ministro británico a su predecesor de deslealtad. El gobierno está en la obligación inmediata de actuar sobrepasando las expectativas de los mercados. Tiene que ser capaz de sorprender. Es ya la única fórmula que nos resta para comprar el tiempo que España necesita si queremos evitar precipitarnos en el agujero de la asistencia internacional.

2 comentarios:

  1. Hola Jose Manuel
    Una vez más, claro y conciso, como tiene que ser en este tema. El problema del Presidente es que carece de plan. Creo que iba para ingeniero y se quedo en decorador de interiores y, ahora, sin techo, paredes ni inodoro...
    Cuidate, un abrazo

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  2. Me temo Jose Luis que la casa era nuestra, y mientras sea verano...

    Un abrazo

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