jueves, 14 de octubre de 2010

SOBRE LA GUERRA DE DIVISAS


Por supuesto caben opiniones, y algunas, cuando son manifestadas por personajes u organizaciones a las que se les puede aplicar aquello de que el valor se le supone, merecen atención. Son más escuchados y tienen más influencia, pero no significa que estén más acertados. De hecho, a uno de los recién premiados con el Nobel de Economía, -Peter Diamond- se le niega por el Senado su valía como economista para acceder como Gobernador a la Reserva Federal. Y eso que se le supone especialista en mercados ineficientes, particularmente el de trabajo. Sabiendo que incluso dentro de la Reserva Federal hay manifiesta división de opiniones, y mientras hay quien aboga -y vota- por alzas de tipos, otros quieren más QE -monetizar deuda-, hay que ser necesariamente cauto con la validez del propio análisis y las consecuentes conclusiones.

Claro que de ahí, a repetir como un loro que estamos ante una guerra de divisas hay un paso que de momento no tengo mayor interés en dar. Fuera de lo que ocurre en el escenario, que básicamente son los medios de comunicación, no tengo mucho nuevo que llevarme a la boca, por más que he leído a muchos de los que supuestamente tienen algo que decir. Pero no he encontrado nada, ni un mal hueso que no estuviese ya roído. Y es que como el Gobernador del Banco Central de China, yo tampoco alcanzo a saber exactamente en que consiste una guerra de divisas. Me va bien que se explote el concepto, pero es egoísmo. En realidad no veo que sea otra cosa que una cara distinta del mismo poliedro, y que al haber recibido la luz de los focos, aparece nueva, y sin embargo es bien viejo.

Dicen algunos economistas, y digo algunos porque no todos están de acuerdo, –¡menuda profesión!-, que el tipo de cambio es el último precio de una economía. Como tal, ofrece atractivos a su manipulación. Los precios están a la baja, porque si hay algo que no es discutible hoy –al menos sospecho que no mucho- es que hay una considerable diferencia entre la capacidad de crecer y el crecimiento efectivo. Es lo que se llama el output gap. Cuanto más amplio ese gap, más riesgo deflacionista. Los que están al mando, si hay algo que temen es la deflación. Tanto que hasta los alemanes hablan de la necesidad de subir salarios. De hecho patronal y sindicatos del metal acordaron un alza del 3,6% desde este mismo mes. Como hacer frente a la deflación parecía ser el problema. Pues nada, se ve que para combatir las consecuencias del descenso en precios, hay que bajar el tipo de cambio, el precio último de la economía. ¿Será por esto que no se encuentran sino huesos ya roídos sobre esto de la guerra de divisas?

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