martes, 29 de noviembre de 2011

SE COMBATE EN EUROPA


Ha sido a partir de esta semana cuando la cuestión del rescate ha dejado lugar a otra bastante mayor. ¿Como va a ser posible mantener juntos a países que asisten a la formación de una enorme brecha que se abre entre ellos, pero que al mismo tiempo quieren mantener una divisa común? El recurrente título de muchos análisis “pensando lo impensable” tiene por epicentro la posibilidad de una ruptura del euro ante el fenómeno inesperado de ver desaparecer el concepto “libre de riesgo” de la deuda publica de algunos países que pasan de la espiral positiva de integración y compras de antaño, a la vorágine actual de desintegración y ventas. El mismo mecanismo que les aupó, amenaza ahora con destruirles.

Si algo se ha roto, lo propio es tratar de repararlo. Habría que devolver a la deuda europea el estatus de “libre de riesgo” en el que se basó el desarrollo de los periféricos europeos de los diez pasados años. Eso solo puede hacerse, o al menos eso se cree, mediante la transferencia de capacidad de crédito de los países con posibilidad de hacerlo. ¿Pero cómo? Alemania presenta su respuesta: no hay otra fórmula que la integración política y fiscal. Alemania desea salvar la Unión, y en ella cuantos más países mejor. Y desde luego quiere a Italia y a España. Ni que decir tiene que nada es posible sin Francia. Pero no sin condiciones. Europa surge de un proyecto político de integración estancado en la última década en lo monetario, pero diseñado como una ruta irreversible a una unión política. De ahí la ausencia de mecanismos de salida. ¿Es posible? Se precisa voluntad de mantener la Unión por unos y otros, y atender a las limitaciones impuestas por el tiempo y por los tratados. Dando por existente la voluntad, las limitaciones de tiempo se combaten comprándolo mediante el uso limitado del BCE, mientras que los tratados se reforman por vía de atajos que toman el Tratado de Schengen como referencia. Los acuerdos para una mayor integración eluden así el largo proceso de reforma que exigen los mecanismos tradicionales.

El otro gran problema son los bancos. Sus necesidades de recapitalización y sus dificultades de financiación obligan a reducir balance y a repatriar fondos de otras monedas, lo que explica en parte el moderado declive del euro. A esto último se suma el que resulta imposible aislar el problema en Europa. Los norteamericanos no están en la tarea europea y tienen que decidir si en enero prorrogan los recortes impositivos y las ayudas al desempleo que vencen. Malo si no lo hacen, pero no bueno si lo hacen. El dólar no está al margen. No creo en el dólar como una de las mejores salidas de emergencia del incendio europeo. El fracaso de la emisión alemana supone que se duda del euro, pero no de la solvencia alemana. Como Alemania tiene la firme voluntad de mantener el euro y trabaja en los mecanismos para su supervivencia, y España tiene la voluntad de mantenerse dentro, no descartemos que si la situación se alarga, al BCE le de relevo el FMI, pero no que desaparezca el euro.

Cabe esperar que el euro sufra, pero es lo que ocurre cuando se combate. Por lo que se refiere a los EE.UU., aún no han entrado en guerra. De modo que, como en el cuadro que ilustra este comentario, tengamos presente que no todos los caminos nos conducen al mismo euro/dólar.

lunes, 21 de noviembre de 2011

EL DIVIDENDO DEL RIGOR


Ya tenemos resultado electoral. Podemos felicitarnos de haber cumplido sin incidentes con el principal rito de la democracia. Ahora empieza un tiempo nuevo. El Partido Popular tiene lo que había pedido, una mayoría con la que podrá transformar España. Pero para el análisis político no es este el espacio. Un servidor, bastante tiene con lo suyo, con referirme lo económico. 

Decía el saliente Presidente Zapatero en un mitin en Soria el pasado jueves, que la UE y el BCE tenían que dar una solución “inmediata” a los problemas de España. Bueno, realmente hablaba de Europa, pero todos entendíamos que se refería, no a los problemas de Europa sino, a los que provoca a Europa la situación de España. Sin embargo, aunque en Europa y sobre Europa hay mucho que hablar y resolver, la vertiente europea del problema es una de las dos caras de la moneda. Para nosotros, como españoles, la parte fundamental del problema es la que nosotros podemos resolver, de modo que mientras nosotros habremos de trabajar en nuestra parte, en el contenido, dejemos que Europa, y nosotros como parte de Europa, trabajen sobre el continente.

El país que habrá de gobernar Rajoy, es un país zombi en lo económico. Funciona con la inercia que le resta de los momentos en que disfrutó de vida, y desde que empezó la crisis apenas ha tenido arrebatos de actividad a consecuencia de estímulos externos. Primero fue el Plan E. Después la demanda exterior, en su doble vertiente, la exportadora industrial, y la exportadora turística. Todo ello aderezado con un poco de Plan Renove automovilístico, y para de contar. Muy poco en reformas, casi nada en inversión, y bastante en recortes.

Eso significa que el misterioso Rajoy, ese político al que el semanario alemán DER SPIEGEL definía hace unos días como “el hombre al que no le gusta discutir los asuntos hasta que entiende completamente todos los detalles”, tiene mucho trabajo que hacer. Realmente tiene que trasformar el país. Sin embargo, carece de algo que para un Presidente electo, es muy preciado: carece de tiempo. No existen 100 días de cortesía. Cada día que pasa es un día en el que el coste medio de la deuda, en un país con el nivel de deuda (publica y privada) entre los más altos del mundo, sube y sube, consumiendo más recursos de los que podemos generar y nos obliga entonces a hacer más y más recortes hasta límites no respirables, solo para poder igualar gastos corrientes con ingresos corrientes, es decir, para colocar las cuentas públicas en equilibrio en su balance fiscal primario. Con un crecimiento nominal del PIB que apenas supera la inflación y que podemos cifrar entre el 2 y el 3% en el caso más favorable, con un coste medio de la deuda del 3.8% y subiendo a gran velocidad, solo nos salva el tener una deuda pública inferior al promedio europeo. Si esta continua creciendo, nuestras posibilidades de eludir la ayuda internacional, que aun así son bajas, serías nulas. La reforma del sector público, en búsqueda de la estabilidad presupuestaria, será la primera gran actuación que tenga que enfrentar el nuevo gobierno.  

Como consecuencia, la España de Rajoy, lo va a pasar muy mal durante largo tiempo. Uno o dos años como mínimo. Su gobierno va a tener que aplicar una política de recortes como no hemos conocido, una política que va a atender a la reducción al máximo del gasto corriente y a proteger en lo que sea posible la inversión, sobre todo la privada. Un euro de gasto corriente es menos de un euro en PIB. Un euro de inversión, es más de un euro en PIB. Y cada euro, cuenta. Esta será la esencia de la política de Rajoy.
Pero ¿cómo favorecer la inversión? Mediante lo que los economistas denominamos políticas de oferta. Se trata de eliminar impedimentos para que la actividad económica privada florezca. Fuera barreras a los emprendedores, fuera regulaciones que limitan la unidad de mercado, fuera burocracia. Tres son las grandes reformas que el Gobierno Rajoy tendrá que abordar: la del sector financiero, la del sector público y la del mercado de trabajo. La del sector público es de las tres la que puede dar resultados más a corto plazo, pero también la que más notarán los ciudadanos. Una política de estabilidad presupuestaria es hoy básicamente una política de recorte del gasto público, pero que no puede conformarse con eliminar el gasto más o menos suntuario, sino que tendrá que llegar hasta la propia organización del Estado, en particular en lo que atañe a la administración local y autonómica, que supone el 50% del gasto público. Ordenar el gasto reportará inconvenientes. Se traducirá inmediatamente en una caída de empleo público y de la actividad económica. Pero tendrá como consecuencia liberar recursos para la economía privada. Nuestros acreedores asumirán que al ser más austeros, mejoraremos nuestra capacidad de repago, y las ventas de deuda pública española que ahora amenazan con arrojarnos del mercado, podrán moderarse, y eso permitirá bajar la cuenta a pagar en intereses. Será algo parecido al dividendo del rigor. 

Junto a la reforma del sector público, la reforma del sistema financiero. Ha hecho mucho hincapié el PP en la necesidad de finalizar con carácter de urgencia la reforma del sector financiero. No depende de la voluntad de un gobierno el que el sector financiero reanude una política crediticia que ahora está congelada. De hecho, la crisis española, como la de otros países en nuestra situación, es consecuencia del exceso de endeudamiento, de modo que no cabe esperar que sea a través del crédito la forma en la que se recupere la inversión que habrá de favorecer la creación de empleo. Sin embargo, la sospecha que pesa sobre los balances del sector financiero y por lo tanto sobre su solvencia, exigen de una política de trasparencia basada no en la flagelación, sino en la transparencia. No necesitamos ser más solventes que nadie. Necesitamos ser igual de creíbles. No será mediante un crecimiento del crédito como se recuperará la economía, pero tiene que estar el sistema financiero en disposición de sumarse a un circulo virtuoso que liderado por el sector público, permita liberar recursos para el sector privado y al que se sume lo antes posible el sector financiero. La reforma laboral, tiene un papel sustancial. El ahorro se convertirá en inversión y la inversión en empleo si el mercado de trabajo se moderniza para adecuarse a la globalización. Un mercado de trabajo regulado de forma eficiente puede disminuir la tasa de desempleo entre cuatro y cinco puntos. Esa diferencia situaría a España en una posición absolutamente distinta a la que tenemos en este momento.

En resumen, el nuevo gobierno tiene una enorme tarea que abordar. La confianza que necesita para revertir el círculo vicioso en virtuoso no la va a encontrar gratis, va a tener que ganársela. Tendrá que empezar por lo más doloroso, pero tiene la obligación de acertar en los recortes. España tiene que mantener la libertad de gestionar su propia salida de la crisis, y evitar caer en la intervención. Estamos al límite, y eso exige el esfuerzo de toda la sociedad. Bien repartido, efectuado de forma ordenada y atendiendo al bien general, tiene que ser suficiente. El tiempo para hacerlo acaba de comenzar.

martes, 15 de noviembre de 2011

'Del 20N a 2020'


'Del 20N a 2020': primer libro sobre las soluciones al 'problema' español

Fte: Artículo publicado por http://www.diariocrítico.com/

Editado por Almuzara, ha salido al mercado el libro "La España que necesitamos. Del 20N a 2020", un tomo de 800 páginas en el que 130 de las personalidades más notables de nuestro país escriben sobre los problemas de España y, sobre todo, ofrecen soluciones de cara al año 2020. Se trata de una obra colectiva, coordinada por un grupo de profesionales y editada por dos periodistas de Diariocrítico.com, Fernando Jáuregui y Manuel Ángel Menéndez.

El libro será presentado oficialmente en Cádiz el próximo 24 de noviembre, en el transcurso del VI Congreso Iberoamericano de Periodismo, dedicado en esta ocasión a la reformas de las Constituciones Iberoamericanas. Posteriormente será presentado en Madrid, así como en 17 capitales de provincia e, incluso, en Bruselas.

En la contraportada del libro se afirma que:

 "España sufre un malestar social palpable en cualquiera de los análisis sociológicos que se vienen publicando a lo largo de los últimos años. Con cinco millones de desempleados y una situación económica que algunos colocan al borde de la catástrofe, resulta difícil asociar nuestra realidad socioeconómica al concepto de bienestar. Es la visión pesimista para una grave crisis mundial que nos castiga de manera muy particular a los españoles. Pero, ¿todo está perdido? ¿Debemos resignarnos sin más esperando que alguien, en algún momento, cuando sea, arregle tanto estropicio?".

A esa ingente tarea de construir una nueva España se han sumado más de 130 notables de este país que, agrupados en esta obra, ofrecen soluciones en cada uno de sus campos para los problemas que nos atenazan. Desde el poder político al económico, del empresarial al sindical, desde lo social a lo profesional. Desde Mariano Rajoy a Rodríguez Zapatero, en esta obra están presentes las ideas para una España nueva de Jiménez de Parga, José Antonio Griñán, Isidro Fainé, Ana Oramas, Joaquín Jorquera, Arturo Fernández, Barrio de Penagos, José Manuel Pazos, Jesús Caldera, Carlos Berzosa, Jerónimo Junquera, Fátima Báñez, López de Uralde, Rupérez, López-Istúriz, Francisco Caamaño, Francisco Javier Velázquez, Federico Trillo, Antonio Garrigues, Juan Luis Rascón, Carmen Caffarel, el Padre Ángel, Luis María Anson... o integrantes del Movimiento 15-M como Carlos Paredes...

Sin querer ser exhaustivos, ofrecen también sus soluciones en este libro José Bono, Javier Rojo, Antonio Basagoiti, Patxi López, Pío García-Escudero, Sánchez Llibre, Soraya Sáenz de Santamaría, Anasagasti, Llamazares, Cayo Lara, Lorenzo Amor, Elena Salgado, Valeriano Gómez, Pilar del Castillo, Ángel Simón, Cristóbal Montoro, Isidro Fainé, Luis de Guindos, José Antonio Llorente, Jaime García-Legaz, Ignacio Garralda, Elías Fereres, Miguel Martínez, María Teresa Fernández de la Vega, Antonio Brufau, Baldomero Falcones, Antoni Peris, Salvador Alemany, Juan Iranzo, Javier Rodríguez Zapatero, Fernández Toxo, Cándido Méndez, Félix Sanz Roldán, Cándido Conde-Poumpido, Margarita Robles, Rodolfo Ares, Miguel Ángel Moratinos, Ana Palacio, Enrique V. Iglesias, Eduardo Serra, Luis Eduardo Aute...

Afirman los editores que "quienes desde el aliento a un debate sobre el tema genérico 'España 2020' hemos impulsado este libro colectivo, pensamos que estamos ante una oportunidad única. Entre los indignados y los resignados, quizá deban surgir también los ilusionados, los que piensan que un mundo mejor, más justo y solidario, es posible".

NOTA de JMPazos: Es evidente que solo la generosidad de los promotores explica el colocar a este humilde opinador entre verdaderas personalidades. En todo caso muchas gracias. Es un honor compartir semejante cartel.  Una recomendación: Hay mucho interesante para leer en esta obra.  

ASI DE FRAGIL ES LA SITUACION


En la prensa del fin de semana se celebraba la marcha del ya ex primer ministro italiano como si eso fuese la redención de la deuda pública del país. En su día fue recibido como una forma útil de alternativa a un sistema político en el que los principales partidos habían sucumbido a la corrupción. Igual que en Grecia, se celebra que gente seria y fiable pase a dirigir el país en momentos tan difíciles. ¡Que los mercados abran el lunes con un nuevo Primer Ministro! Al fondo Alemania, el lugar donde radica la autoridad que ha de salvar Europa. Ni Francia es ya lugar seguro. Tarde o temprano S&P bajará la calificación crediticia francesa y entonces será evidente que lo que resta de Europa es lo que quiera Alemania. Esto significa que si hay esperanza para el euro, es porque Alemania quiere.

La pregunta que nos hacemos es si el euro sobrevivirá o, si en otro caso, España estará entre los que lo abandonen o entre los que se vinculen al actual núcleo duro alemán.

Veamos las condiciones. Alemania exige:

1. Que se apliquen estrictos planes de austeridad.
2. Que esos planes queden “impresos” a largo plazo mediante reformas constitucionales.
3. Que se respalden los cambios precisos en los Tratados de la UE para ceder la necesaria soberanía que permita el control.
4. Que todo lo anterior no exija pasar por procesos electorales. Esto no es sencillo, pero lo vemos en los cambios de países como Grecia e Italia, o ya lo hemos visto en Irlanda y Portugal.

Juzgue usted, pero entre lo ya hecho y lo que resulte de las elecciones del domingo, en España se puede aspirar a que los ciudadanos acepten sacrificio semejante.

No hay problemas iguales, pero en todos los casos se necesitan dos cosas esenciales:

1. Que los mercados no “salten la banca” y
2. Que los ciudadanos no “salten el sistema”. Es una situación delicada, pues exige fuerte presión para forzar el cambio, un soporte del BCE que se ajuste a lo que Alemania esté dispuesta a aceptar, y que no se produzca un traspié que haga irrecuperable el dificilísimo equilibrio que sostiene ahora al euro. Así de frágil es la situación.

En mi opinión, Alemania quiere salvar su euro. Pero no todo puede estar bajo su control. El referéndum griego es el ejemplo más reciente, y obligó a utilizar por primera vez la amenaza de la expulsión. La vida de alguien excluido parece muy difícil. Un país fuera del euro habrá de sobrevivir sin financiación exterior durante años. Habrá de soportar quiebras bancarias y tendrá que hacer desaparecer, violentamente, su déficit exterior. No será nada fácil que la estructura de un Estado europeo moderno sobreviva a esa experiencia. La alternativa es el rigor alemán. “O un tiro en el pié o en la cabeza” dicen algunos. La elección no es sencilla, pero Alemania ha puesto sus condiciones, y es natural que estudie alternativas. Abandonar el euro regresando al marco, o crear una nueva moneda para el núcleo central son soluciones muy difíciles, pero nada de lo que resta a Europa es ahora fácil.

No soy capaz de adivinar una solución que no incorpore algún tipo de monetización de deuda por el BCE al modo que han hecho norteamericanos, japoneses o británicos. O eso, con la consiguiente fuerte depreciación del euro, o un euro distinto formado por un grupo de países en el que hoy y ligado con un hilo finísimo, todavía podría estar España.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

NI ORZA NI TIMON


La crisis política en Italia, el Gobierno de coalición griego, si habrá o no elecciones el 19 de febrero y lo que viene allí después, la necesidad de un segundo rescate para Portugal,... Todo forma parte de un debate que ya solo es importante en cuanto a los tiempos en los que se desarrolla la crisis, pero a estas alturas es poco probable que altere el fondo. A día de hoy Grecia esencialmente es un miembro del euro que a mi modo de ver está “puertas afuera”, y eso si aceptamos que el euro no está en cuestión, que cada vez es más difícil defender que no lo está, todavía.

Dicen las crónicas que el Primer Ministro italiano hubo de ser despertado por sus colegas durante la reciente cumbre del G20. Su país ha admitido la tutela del FMI para revisar sus finanzas, no vaya a ocurrir que la comunidad internacional se encuentre ante una como la de Grecia. El lunes se reunían los ministros de la Eurozona para hablar del EFSF y el martes los ministros de finanzas de la UE, pero en concreto, nada. Del G20, diluido en medio de la crisis política de Grecia, tampoco hay nada que llevarse a la boca, pero pasados lo que se supone que eran días clave, lo que todos tienen claro es que nadie fuera de la UE va a poner dinero directamente en la Eurozona, así que no queda otra que la EZ y la UE se apliquen en ver de donde sacan los recursos para reforzar el EFSF de modo que al menos se acepte que hay munición en defensa del euro si más ataques, sean especulativos o de pánico, arrecian sobre países como Italia en los próximos días, que ya está ocurriendo.

Pero aunque hayamos de mirar a Italia, ni Portugal, ni Irlanda tienen nada resuelto. Tampoco España. Es importante recordar que estamos centrados en medidas paliativas que apenas logran mitigar los síntomas, es decir, que no hay nada en el tratamiento dirigido a sanar. No estamos ahogados, pero si navegamos sin orza ni timón. No es muy agradable leer esto, pero leer que la Canciller alemana señala que serán precisos diez años para salir de la crisis de deuda, no ayuda mucho. Lo cierto es que dentro del actual modelo no aparecen muchas alternativas. Los bancos continúan necesitando recursos, y en breve tendremos que escuchar algo similar sobre los bancos norteamericanos, y mientras los bancos requieren toda la atención, -esa es la crisis griega y no los 12 millones de personas que allí viven- la economía que produce y crea se ahoga ante un sistema financiero ausente y ocupado en sobrevivir. Ni bancos malos, ni nacionalizaciones, ni monetización de deuda, ni nada. Solo austeridad. Y diez años por delante, como si las estructuras actuales de la arquitectura de Europa pudiesen aguantar siquiera uno.

Decía Henry Ford: “es bueno que las personas de nuestro país no comprendan nuestro sistema bancario y monetario, porque en otro caso creo que antes de mañana por la mañana tendríamos una revolución”. Mas pronto que tarde, el BCE tendrá que monetizar más deuda. Lo hará, a pesar de los alemanes, y será de un modo más o menos traslúcido, porque el tiempo del euro se agota. Expulsión, abandono, ruptura, dos velocidades,…difícil saberlo. No es la solución, pero si el BCE monetiza, la respuesta podrá esperar. Si no, la encontraremos tras alguna de las próximas olas, porque el euro de 17 está sin orza, ni timón, y la previsión es que el temporal arrecie. Y la solución no está en tirar a los griegos por la borda.