lunes, 31 de octubre de 2011

SIN LUGAR DONDE MIRAR


Conocíamos al final de la semana pasada los resultados de dos encuestas sobre la economía española, la trimestral de población activa, y la anual de presupuestos familiares que en esta ocasión refiere los hábitos de consumo de los españoles en 2010. Los resultados de la primera, desoladores. Los de la segunda, reveladores, aunque ni en un caso ni en otro podemos llevarnos las manos a la cabeza con sorpresa.

Consideremos solo los grandes números. En España trabajaban en el tercer trimestre de 2007 más de 20,5 millones de personas. Cuatro años después, trabajan menos de 18,2 millones. El número de parados era entonces inferior a 1,8 millones, y supera hoy los 4,98 millones. Poco más de un año desde la última reforma laboral y hay 403.000 parados más, y eso que está disminuyendo la población activa, cuyo crecimiento en la primera mitad de la legislatura servía de excusa para justificar el incremento de la tasa de desempleados. Pero ni bajando la población activa, ahora en 23,13 millones, conseguimos presentar algún matiz digno de esperanza en el mercado de trabajo. Y en el último trimestre, añadiremos entre 200 y 300 mil nuevos desempleados. ¿Qué hacían los consumidores en 2010 según la encuesta de presupuestos familiares? Lo lógico, reducir su gasto un 3,15% en términos reales. De los 12 capítulos de la encuesta, y descontado el efecto inflación, todos los gastos descienden a excepción de enseñanza. Cabría pensar que si no gastamos, ahorramos, pero tampoco. En 2009, el ahorro de los españoles había llegado a alcanzar el 20% de su renta disponible. Los datos del segundo trimestre de 2011 cifran en el 12,8% el ahorro familiar.

Parecería que con un panorama así, al menos no seguiríamos precisando de financiación exterior, pero otra vez no. Desciende algo esa necesidad, pero aún así, en el primer semestre de 2011 precisamos financiación exterior adicional por importe de 23,6 millardos de euros. Al menos la inflación se modera, pero la moderación de precios tiene en su reverso la amenaza de deflación, lo que dificultará el pago de la deuda. ¡Si al menos el sector financiero dejase entrar algo de luz! No será así después del increíble revolcón sufrido por los grandes bancos españoles el pasado jueves. Respecto al déficit fiscal, ni el gobierno tiene ya valor para decir que cumplirá con el 6%. Y el euro añadiendo dificultades a lo único que iba bien, la exportación (27% del PIB). Tiene que depreciarse de nuevo porque todo el mundo es consciente de que la cumbre europea puede haber evitado el desastre inminente, pero en absoluto ha resuelto la crisis. Para ejemplo, Italia. Tras la cumbre, emitía papel a 10 años a coste record. Veremos si al menos el Presidente del BCE se estrena el jueves recortando tipos, pero aún más importante, si mantiene su apoyo incondicional a las medidas “no convencionales”, única línea de vida para España e Italia. No cabe esperar otra cosa.

Y así pasan los días. En el interior asombrándonos de cómo aguantamos en pié con lo que cae mientras esperamos un Gobierno. Y en el exterior, fiando a que el G20 de esta semana sirva para algo. Porque después de ahí, no hay nada. Bueno, nada no. Queda la FED y sus posibles nuevas compras de bonos.

lunes, 24 de octubre de 2011

"NO TENEMOS OTRA ELECCIÓN"

 
"Entre ahora y el miércoles, tenemos que encontrar una solución. Una solución estructural, una solución ambiciosa y una solución definitiva. No tenemos otra elección  Así se pronunciaba el Presidente francés al llegar el sábado a Bruselas.

La crisis europea ha alcanzado un grado tal de complejidad que no resulta sencillo adivinar si lo que se ofrece es paliativo, curativo, o simplemente un nuevo error que en un tiempo breve se demuestre incapaz de separarnos de la enfilación a la desintegración de la UE, rumbo que ahora llevamos. La esencia del problema del euro radica en que no son aplicables al conjunto soluciones que serían aplicables individualmente. Uno de los principios fundamentales de las finanzas es la existencia del llamado interés libre de riesgo. Este principio está garantizado para cada país que tenga capacidad de emitir moneda, pues a pesar de que el valor de esta pueda verse afectado, nada le impide imprimirla en cantidad suficiente para atender a sus compromisos de deuda emitida.  El euro se concibe y construye bajo una renuncia expresa  a esta solución de monetización, y así lo aceptan libremente sus miembros.

Pues bien, resulta que los mecanismos que habrían de haber evitado desequilibrios no funcionaron. Individualmente hay países que habrían de recurrir a monetizar,  con la consiguiente depreciación de sus divisas, para poder tener esperanza de ver de nuevo algo de luz, pero no pueden.  Habría de hacerlo el conjunto de la EZ a través del BCE, pero eso es algo que prohíbe el contrato social alemán, ese que todos aceptaron, y que ahora actúa como un corsé del que resulta muy complejo salirse. Temo que es imposible que Alemania acepte la monetización. En eso radica su diferencia con Francia. ¿Como conseguir algo parecido a monetizar, pero sin monetizar? Pues de eso se trata, en eso consiste la solución estructural, ambiciosa y definitiva que busca el Presidente francés.

Lo decidido hasta ahora, capitalizar los llamados bancos sistémicos para que puedan soportar reducciones de valor de sus carteras a vencimiento de deuda pública, ni es solución estructural,  ni imaginativa, ni desde luego definitiva. Basta con repasar las distintas estimaciones de necesidades de recapitalización de los agentes privados que según las hipótesis oscilan desde 8 MM a 413 MM, para que pronto se consideren escasos los 108 MM decididos. Credit Suisse cifra las necesidades del sistema financiero europeo en 400 MM€ frente  a una capitalización que estima en 541 MM€.  Al margen de cifras, la cuestión es si llegados a este punto, los intereses del conjunto son compatibles. Ahora mismo, no.  Lo que les obliga -“no tenemos elección”- a encontrar esa solución mágica es el potencial coste de la desintegración. Puede ser tan alto que a todos resulte inasumible.  La clave es dar con una solución válida pero intermedia, que pueda hacer, no sin fortuna, que mientras unos –Alemania- no renuncian a su contrato social, los otros, -los endeudados- no condenen a sus ciudadanos a avanzar hacia la miseria.

A estas alturas dos cosas son seguras: lo que tenemos ahora, ya no sirve, y lo que lo sustituya, tenemos que encontrarlo ya.

lunes, 10 de octubre de 2011

¿A MI? ¿POR QUÉ?


Revisaba con un amigo, antes en las finanzas y ahora en organización interna, el panorama económico y financiero. Tras un análisis poco tranquilizador, mi amigo me reprochaba que meses atrás le preocupase innecesariamente sobre la situación de España y su posible intervención, “Ya ves que no ha ocurrido”. Viene al caso porque al leer estos días una crónica de Der Spiegel, señala el redactor en la entradilla: “Los políticos han conducido a sus países a una situación sin precedentes en la crisis del euro. Ellos saben lo que sus votantes ni siquiera sospechan”. El problema es que, efectivamente, lo que ocurre, puede estar ya demasiado lejos de muchos votantes. España necesita que el BCE compre sus bonos, pero este modo de apoyo no es percibido como una intervención. No han desembarcado los “hombres de negro” en sus Renault Espace azul marino, pero desde agosto, estamos asistidos. ¿Cuál es la diferencia ente CajaSur y NCG? ¿Intervenida, nacionalizada, asistida? ¿Es tanta la diferencia?

Pero ante lo que parece el agotamiento de la capacidad paliativa de los gobiernos, única medicina que hasta el momento se ha aplicado en la crisis del euro, es normal que cada vez más, las personas y las organizaciones empiecen a sentir la urgencia de hacer balance de su situación y analizar como están preparadas para arreglarse por sus propios medios.
 
Desde la perspectiva patrimonial, la exportación de capitales en distintos grados y revistiendo distintas forma hace tiempo que se ha ido activando. La ausencia de un control de cambios, permite mover el ahorro líquido sin demasiada dificultad. La oferta de posibilidades es relativamente amplia, aunque es imposible encontrar satisfacción a un ansia de seguridad absoluta.
 
En las empresas, en particular aquellas muy dependientes de la financiación del circulante para mantener su actividad, es donde la situación preocupa más. En los casos en los que ha sido posible, se han puesto en marcha procesos de negociación con las entidades financieras tendentes a asegurar la financiación del circulante a largo plazo. Estos procesos, consumen meses, y han de aprovechar “ventanas temporales” que se abren y cierran en función de las circunstancias de los mercados. Los últimos movimientos bancarios, la rebaja de la calificación crediticia de España e Italia que traerá rebajas en cascada de la calificación de sus bancos, la desconfianza que genera una crisis como la de Dexia, una de las entidades más solventes según los test de estrés, examen que no quiso tener en cuenta el riesgo soberano; todo esto está llevando a que los mensajes “buenistas” que tanta venta tuvieron hasta hace poco tiempo, empiecen a ser rechazados y los gestores quieren saber que hacer en función de los distintos escenarios que pueden tener que afrontar. El que parece más amenazador, es el de una crisis bancaria, que se traduzca en limitaciones al descuento de papel comercial. Normas como la 58 están siendo objeto de particular análisis por las entidades. “El problema no está en tu empresa, está en tus bancos”. Es una respuesta común en estos tiempos cuando un CFO pregunta ¿A mí?, ¿por qué?

jueves, 6 de octubre de 2011

LLEGÓ LA HORA


No hace falta más que leer entre líneas los artículos de prensa nacional ó internacional del fin de semana, o escuchar las advertencias del Primer Ministro británico, o revisar los blogs de economía donde se expresan algunos de los economistas o columnistas económicos más influyentes del mundo, para caer en la cuenta de que algo grave o muy grave está a las puertas de irrumpir en nuestras vidas. ¿Por qué la preocupación y por qué su inmediatez? Pese a lo que pudiese parecer, la respuesta es sorprendentemente simple, y puede explicarse sin demasiada dificultad ni necesidad de metáfora alguna. 

Cuando estalló la crisis de deuda soberana, la EZ respondió con la creación del EFSF. Era un fondo para el rescate de países del área que no podían hacer frente al pago de la deuda pública. Antes se había animado a los bancos europeos a comprar masivamente esa deuda creyendo que esas compras serían remedio suficiente, y estos lo hicieron encantados, pues tomaban fondos a tipos muy bajos que colocaban en deuda a tipos cada vez más altos. Un beneficio falso y fácil. Cuando el EFSF se crea, la pandemia ya se había extendido a través del sistema financiero europeo. La amenaza había salido del perímetro de un país para trasladarse al balance de un debilitado sistema financiero. Cuando la desconfianza acorrala a más países, la EZ tiene que ampliar y autorizar al EFSF para que además de rescatar países, pueda también acudir en soporte del sistema financiero. Fue el 21 de julio y se asignó para el conjunto un importe de 440 MM€. El procedimiento de ratificación está en curso, y era aprobado por el parlamento alemán el pasado jueves. Los mercados parecieron celebrarlo, pero lo hicieron sin entusiasmo. ¿Por qué? 

A estas alturas, incluso en los cálculos modestos y aplicando los criterios que la propia EZ utiliza, la necesidad de fondos para contener las consecuencias de una desordenada suspensión de pagos de Grecia, y su propagación a otros países, y a través del sistema financiero europeo, no es inferior a 2.000 MM€ (dos billones). La conclusión sencilla es que mientras Europa avanza lentamente en aprobar 440 MM, las necesidades para contener la crisis quintuplican esa cifra, y muy pocos creen a estas alturas que Alemania esté en disposición de siquiera plantear tal aportación, revista esta la forma que revista. A pesar de la aprobación por la Cámara baja de su Parlamento de la aportación a los 440 MM, los síntomas de rechazo a nuevas ayudas se van haciendo evidentes, lo que nos acerca a mucha velocidad al peor de nuestros dos modelos diabólicos. Grecia nunca podrá pagar, pero según sea el modo de reconocer esto, sus consecuencias pueden arrastrar a toda la EZ. Por eso se precisan más recursos; para establecer un cinturón de seguridad. Sin esos recursos, cuando estalle el caso griego, el miedo a sus efectos y a la propagación será máximo. Sin capacidad de respuesta, la EZ y su representación, el euro, estará amenazada. 

El tiempo para que afrontemos este evento es incierto, pero no necesariamente largo. Las consecuencias variarán dependiendo del modo, pero pueden incluir desde el abandono de Grecia del euro, al propio abandono alemán. Es tiempo de analizar como prepararse. Y no es nada fácil.