lunes, 15 de mayo de 2017

DEMASIADA CALMA PARA TANTAS INCÓGNITAS


Ya pueden incomodar lo que quieran los euroescépticos al Presidente del BCE en sus visitas parlamentarias por la eurozona, que más allá de mostrarse visiblemente molesto por las preguntas de los sectores más críticos con las políticas de expansión monetaria, no duda en responder con firmeza cuando es interrogado acerca de la posibilidad de que un país abandone la eurozona: “El euro es irrevocable. Ese es el Tratado y no voy a especular sobre algo que no tiene fundamento”.  Ocurrió estos días en lo que resultó ser una incómoda visita de dos horas al Parlamento holandés, donde hubo de defenderse de acusaciones de poca trasparencia, de poner en peligro el dinero de los ahorradores, o de romper los Tratados de la EU con sus políticas de estímulo. 

La vida no aparenta tan agitada para el Gobernador del Banco de Inglaterra, al que nadie pregunta por la supervivencia de la libra, pero que se ha visto obligado a reconocer el excesivo optimismo de sus previsiones de crecimiento en lo que va de año, aunque para demostrar que confía, manifiesta su creencia en que un Brexit suave permitirá subir los tipos de interés en los próximos tres años.  No se hace un gran favor con tal afirmación, porque de cómo será el Brexit tiene la misma idea que la actual Primer Ministro, es decir, ninguna. A pesar de eso, la libra apenas se inmuta. En Japón, su banco central no ve llegado el momento en el que sus políticas funcionen, sin que eso ensombrezca el papel de divisa refugio que en tiempos de tormenta representa el yen, mientras que en China, intentan a través de incrementar gradualmente los tipos de interés, dificultar el acceso a la financiación y contener el riesgo del posible estallido de burbujas. Lo de EE.UU. es más conocido. Inmerso en las primeras fases del proceso de normalización de su política monetaria, no es posible saber a estas alturas hasta donde llegará su política arancelaria, su política fiscal, o su política exterior. 

Pues bien, a pesar de que el euro pueda estar en cuestión, de que los británicos no saben adónde les llevará el Brexit, de que los japoneses no den con la forma de salir de una situación de estancamiento crónica en la que llevan lo que parece un tiempo inmemorial, de que en China traten de desinflar una burbuja de crédito que ha servido para mantener un ritmo de crecimiento que solo es explicable en un régimen de partido único, y de que en EE.UU. esté al mando alguien que confía en que el proteccionismo será el que devuelva los puestos de trabajo perdidos a consecuencia del progreso tecnológico, en los mercados financieros, la complacencia es tal que aquellos índices que habrían de advertirnos de los peligros de la inconsistencia y de los riegos de la complacencia, se encuentran en sus valores mínimos de 23 años si tomamos como referencia el llamado índice del miedo –el VIX-y en mínimos de cinco años si nos atenemos a la volatilidad de los mercados de divisas. 


¿Continuará esta complacencia? Los mercados confían en que los estímulos fiscales en EE.UU. y los monetarios en Japón, Europa y China continúen dando soporte a la situación actual, pero llegará el momento en el que esta actitud de esperar y ver concluirá,  y las tensiones propias de la dificultad de acompasar el ajuste que precisa cada una de estas áreas provoque un incremento de la volatilidad. ¿Necesitará EE.UU. acelerar su alza de tipos? ¿Llevará a cabo Europa las reformas estructurales que el BCE demanda? ¿Conseguirá China desinflar su burbuja de crédito? ¿Pondrá Japón fin a su política monetaria expansiva? Demasiadas incógnitas para dar por buena la actual complacencia.  

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