lunes, 20 de noviembre de 2017

PARA CENAR TRANQUILO


Es curioso el contraste, porque a la par que nos aproximamos a la recta final del año y se acerca el momento de repasar lo que dejamos atrás para con esa base construir el pronóstico de 2018, vemos un año 2017 que en la economía mundial ha ido bastante mejor de lo que nadie había previsto, pero al mismo tiempo y pegando la oreja al terreno, se escuchan señales de alarma que alertan de la cercanía del fin del ciclo expansivo iniciado por los EE.UU. en 2009.  De los 192 países que son miembros del FMI, 186 están en expansión en 2017 y por primera vez desde 2010, todos los países del G20 verán este año un crecimiento de su PIB.

Una de las mayores y más brillantes sorpresas de 2017 es la eurozona donde, por primera vez en muchos años, las estimaciones de crecimiento para el año en curso, eran revisadas sistemáticamente al alza a lo largo de los meses. Es evidente que las condiciones fiscales y monetarias han sido favorables, pero el broche fundamental lo pone la práctica desaparición a lo largo del primer semestre del riesgo político, con la victoria del actual presidente francés fijando un punto y aparte, algo de lo que puede dar fe la cotización del euro. Francia, considerada el enfermo de Europa, entra desde entonces en una fase de reformas que cambia las grises expectativas que dominaron los años anteriores, y hasta Italia, lastrada su economía por un sistema financiero frágil y un panorama político inquietante parece estar iniciando un proceso de recuperación de la ilusión una vez que ese panorama político se ve algo más claro tras la reforma del sistema electoral que prácticamente elimina la posibilidad de un gobierno liderado por los antisistema del M5S.  
 
En la medida que EE.UU. ha sido capaz de mantener su economía al margen de los desvaríos presidenciales y China ofrece unos datos de crecimiento que mejoran los previstos, el entorno no ha podido ser más proclive para que los mercados financieros disfrutasen de otro año de bonanza, el octavo en el caso de la renta variable norteamericana, cuyo índice S&P 500 ofrece en este periodo un retorno acumulado del 352% (un 19% anual). Solo los 10 años que se prolongó el periodo alcista más largo desde la IIGM hasta el estallido de la burbuja tecnológica ofrece unas ratios mejores.

Pero es precisamente esta brillante evolución la que en estas dos últimas semanas está siendo puesta en cuestión sin mucho mayor fundamento que el vértigo debido a las valoraciones alcanzadas. Empezando por los bonos de alto rendimiento, siempre en la génesis de crisis más profundas, afectando también a los precios de las materias primas y a la mayor parte de índices de renta variable que marcaban niveles record en los primeros días de noviembre, la volatilidad ha ido en aumento y han aparecido las dudas.  Los inversores vuelven su atención a los segmentos de mercado más sensibles, y después de un año sorprendentemente bueno, prefieren empezar su retirada de la mesa de juego no sin el temor de hacerlo demasiado temprano a la vista de que a pesar de lo elevado de muchas valoraciones no existen argumentos sólidos en los que apoyar este miedo emergente de los últimos días. Tendrá que haber correcciones, pero pocas cosas aparecen en el listado de amenazas con capacidad de echar por tierra la larga lista de argumentos a favor de la que puede presumir un optimista. Solo por mencionar algunas: Un crecimiento global en ascenso, de amplio espectro y por encima del crecimiento potencial;  a pesar de ello con una inflación muy moderada; como consecuencia políticas monetarias –y fiscales- expansivas con alzas de tipos muy moderadas y buenos resultados empresariales. No es como para irse a dormir, pero si para cenar tranquilo.       
 
El Economista Asimétrico        

jueves, 16 de noviembre de 2017

¡AY ALEMANIA!



Quizá con el estruendo generado por la crisis de Cataluña no se ha dado cuenta, pero Alemania sigue sin formar gobierno, y aunque aún quedan siete semanas para acabar el año, el asunto no está ni mucho menos resuelto. Lo más claro es que la coalición será la llamada Coalición Jamaica –en Alemania asocian colores a los partidos y Verdes (obvio), Liberales (amarillo) y Demócrata Cristianos (negro)-, y estos tres están condenados a entenderse, dado el paso atrás de los Socialdemócratas desde el primer día, irritados con el pobre resultado electoral, y el apartamiento que se pretende de Alternativa por Alemania, la extrema derecha eurófoba.

¿En que pueden poner de acuerdo los democristianos a verdes y liberales? En poca cosa. Sus posiciones divergen en todos los asuntos considerados esenciales: inmigración, proyecto europeo, seguridad, política exterior…, en fin, que aunque el país está acostumbrado a gobernar en coalición -los gobiernos monocolor son excepción- apostar por una tardía formación de gobierno -quizá enero- no parece muy arriesgado, y esperar un programa ambicioso con Europa, que es lo que aquí nos importa, una ilusión.


Los acuerdos serán de mínimos, de modo que el eje franco-alemán tan aludido como nuevo motor europeo tras la victoria del “outsider” Macrón en las presidenciales francesas, puede resultar un eje descafeinado. Las ambiciones expresadas por el presidente francés en su celebrado discurso del pasado septiembre en La Sorbona, pueden quedar barridas por el practicismo alemán, y si hemos de hacer caso a las declaraciones del ministro de Economía español al salir del último Ecofin, estamos muy lejos de medidas que permitan compartir riesgos, y es que en su opinión, la Unión Monetaria Europea necesita reformas, porque no funciona “correctamente. Claro que justo es en aquello en lo que no funciona en lo que se basa su supervivencia: presupuesto común, mutualización de deuda, fondo de resolución bancaria,  garantía paneuropea, ministro de finanzas común, cobertura de desempleo…, en fin, que aunque estemos ocupados con Cataluña, lo cierto es que en Europa, el entusiasmo necesario para aterrizar las voluntades expresadas en los momentos más delicados del euro y que sirvieron para convencer a los mercados de la voluntad de darle continuidad y reforzarlo, no acaban de aparecer. De hecho, hasta incluso han desaparecido del discurso del Presidente de BCE, los llamados a profundizar en las reformas que habrían de permitir recuperar pronto la normalidad monetaria, cada vez más anormal si nos atenemos a que, a la vista de lo escaso de los avances reformadores, su atención pública ya se centra casi exclusivamente en la política monetaria y en la puerta que quiere dejar abierta a mantener más tiempo aún, si se precisa, la compra de títulos. Difícil de encajar esto con lo que se deduce de las sucesivas revisiones a mejor del crecimiento en Europa, pero parece que el presidente del BCE finalmente ha optado por hacer aquello que los gobiernos esperan que haga. Hoy día, los mercados no descuentan un alza de tipos de interés en la eurozona antes de 2019, justo el año final del mandato del italiano, de modo que podría darse el caso de que dejase el puesto sin haber llegado a comenzar el proceso de normalización.    

martes, 7 de noviembre de 2017

SEIS DE SIETE


Por primera vez en 40 años, y a partir del próximo febrero, no estará un economista al frente de la Reserva Federal sino un abogado. “Un abogado siempre estará menos dispuesto a experimentos monetarios” decía un analista, en apariencia aliviado al conocer la designación. Republicano, moderado, y considerado un “constructor de consensos”, se le asigna un tinte continuista en cuanto al ritmo de ajuste de los tipos de interés aunque menos proclive que la actual presidenta a la regulación del sistema financiero. Desde que entró en la Reserva Federal en 2012, nunca ha disentido de las decisiones adoptadas por la mayoría del Consejo de Gobernadores, y en la adscripción de los mercados, lo asignan al llamado grupo de “palomas” –más laxos en política monetaria-, al que también adscriben a la actual presidenta. No obstante hay que recordar que fue uno de los principales proponentes de la retirada de estímulos, -el llamado tapering-, y se le considera menos proclive a adoptar políticas de relajación cuantitativa en el caso de que una recesión asomase a las puertas.

Si el relato responde al perfil del personaje, y su perfil es tan similar al de la presidenta actual, la pregunta se cae sola, ¿por qué un recambio cuando lo normal, como ha venido ocurriendo desde que la FED adoptó su actual formato en 1935, es que su Presidente tenga al menos un segundo mandato?   La respuesta más sencilla suele ser muchas veces la respuesta buena, y es conocida la obsesión del actual Presidente de los EE.UU. por borrar cualquier vestigio de las actuaciones de su predecesor, lo que por sí misma sería razón suficiente. Sin embargo, es normal querer complementar el argumento con razones menos primitivas para no tener que llevarse, una vez más, las manos a la cabeza.  Las dificultades para implementar las promesas electorales de reducción de impuestos e inversión en infraestructuras, puede hacer temer al Presidente el resultado de una política monetaria demasiado estricta, y descartada la renovación de la actual presidenta por motivos ideológicos, los otros dos candidatos que se barajaban, ofrecían un perfil claramente de “halcones”, habiendo cuestionado ambos –erróneamente- las políticas no convencionales. 


Unos “tipos duros” habrían supuesto un riesgo innecesario de hacer saltar por los aires el delicado equilibrio que se precisa para llevar las condiciones monetarias a un territorio compatible con una economía que parece querer asentarse en tasas de crecimiento cercanas al 3% y con pleno empleo. Demasiado arriesgado, incluso para Trump, que pudo haber optado por el candidato menos conflictivo. Sin embargo no todo el camino se ha despejado. Siempre detrás de una curva aparece otra y el Presidente de EE.UU. todavía ha de nombrar al menos a otros tres miembros para cubrir las actuales vacantes del Comité de Gobernadores, sino cuatro si la actual presidenta lo abandona al perder su puesto, o incluso cinco si la otra mujer del Comité, claramente vinculada a administraciones demócratas, decide, como se especula, abandonar también. Seis miembros de siete. Ahora sí que ya puede llevarse tranquilamente las manos a la cabeza, porque frente a lo que haya podido leer similar a lo expuesto en la primera parte de este análisis, la situación sigue lejos de estar clara, y la Reserva Federal puede acabar siendo un nido de “halcones” o una bandada de “palomas” según convenga. Cualquier cosa cuando termine de pasar por las manos de un presidente como Trump.  Es comprensible que predominen las interpretaciones más dulces, pero cuando uno ve lo que los mercados descuentan respecto a futuras subidas de tipos, puede tener la duda de si serán los futuros los que hayan de adecuarse a lo que anuncia el Comité de Gobernadores, o será este el que cambie para adecuarse a los futuros. 

n  Proyecto de nueva Ley Hipotecaria: La ejecución de la hipoteca exigirá el impago de entre 9 y 12 cuotas
n  EE.UU.: Crea menos empleo de lo previsto, mejora la tasa de paro, pero los salarios se moderan en octubre
n  Las bolsas mundiales triplican su valor cuando se cumple una década de dinero barato